Trabajar en el campo de «salud mental» implica pensar la experiencia clínica como un acompañar dando acogida a un dolor que habla y requiere ser escuchado a través de una espera que nada espera, sin adherir a un saber revelado en una tabla taxonómica o en un manual psiquiátrico. El trabajo clínico requiere hacer amistad con la inminencia[1], con lo que no está, con lo que está por venir o quizá no vendrá, contrario al ideal de las instituciones psiquiátricas, donde se espera que no pase nada y donde todo esté bajo control.
El psicoanálisis es una disciplina, una ciencia conjetural, que nació en el corazón de la vieja Europa, entre bombardeos y campos de concentración, y que fue llevada a América por hombres y mujeres, muchos de ellos españoles, que huyendo de esas condiciones reinantes en Europa se instalaron en aquellas tierras, donde las posibilidades de trabajo e investigación, tanto sociales y culturales como económicas eran, con mucho, superiores a las que se daban aquí. Un caso aparte fue Freud, que resistió valiente o temerariamente en la ciudad de Viena hasta un año antes de su muerte: sólo en 1939, después de que fusilaran a sus hermanas y hermanos, y quemaran sus libros en la puerta de su casa, no tuvo más remedio que exiliarse en Londres, ya que su vida corría peligro y su trabajo se veía fuertemente perjudicado.
Teatro Bolshói, Moscú. Inaugurado el 18 de enero de 1825.
En el primer párrafo de la «Investigación sobre los principios de la moral» David Hume nos advierte que:
«Las disputas con hombres que se obstinan en mantener sus principios a toda costa son las más molestas de todas, quizá con la excepción de aquellas que se tienen con individuos enteramente insinceros que en realidad no creen en las opiniones que están defendiendo, y que se enzarzan en la controversia por afectación, por espíritu de contradicción y por el deseo de dar muestras de poseer una agudeza y un ingenio superiores a los del resto de la humanidad»1.
Y continúa el filósofo escocés:
«De ambos tipos de personas debe esperarse la misma adherencia a sus argumentos, el mismo desprecio por sus antagonistas y la misma apasionada vehemencia en su empeño por hacer que imperen la sofistería y la falsedad. Y como el razonamiento no es la fuente de donde ninguno de estos dos tipos de disputantes saca sus argumentos, es inútil esperar que alguna vez lleguen a adoptar principios más sólidos guiándose por una lógica que no hable a sus afectos».
La «noticia» es anterior al suceso
Un «pre-juicio» no se fabrica ni tampoco se inocula en la población en un instante. Quien pretenda lograr tal tarea necesitará tiempo y sobre todo poder (tanto real como atribuido). Gran parte del «pensamiento occidental» se ha dedicado a construir a lo largo de muchas décadas una serie de prejuicios, en el caso que nos compete aquí, sobre el pueblo y la cultura rusa. Se ha falsificado y borrado parte sustancial de la historia reciente. Gobiernos y grupos de poder han falsificado y ocultado hechos y acontecimientos históricos según sus necesidades políticas y sobre todo económicas en cada momento. Para ello los correspondientes estados y sus organizaciones (miembros de la pretensiosamente autodenominada «comunidad internacional») disponen de la maquinaria publicitaria necesaria para difundir las consignas adecuadas moldeando el mundo según sus intereses. Continuar leyendo ««Rusofobia» y después…»
En abril de 2020 tenía planificado regresar a Rusia después de tres años de la última visita, treinta y dos años de la primera, cuando pertenecía a la Unión Soviética.
La ruta contemplaba varias etapas. En la primera llegaría a Moscú en avión, recorrería la ciudad unos diez días, asistiría a los actos del 1º de mayo[álbum], al desfile del Día de la Victoria del 9 de mayo [álbum] y al día siguiente viajaría en tren a Rostov del Don.
En Rostov del Don[álbum] comenzaba la segunda parte del viaje. Después de visitar la ciudad un par de días, viajaría en otro tren hasta la ciudad costera de Taganrog, a unos 80 km., la última ciudad rusa fronteriza con el Oblast de Donetsk.
Wilhelm Reichnació en Dobrzcynica, Galitzia, el 24 de marzo de 1897. En 1915 se incorpora al ejército austríaco combatiendo en el frente italiano en la Primera Guerra; al finalizar ésta se traslada a Viena e ingresa en la Facultad de Medicina. En 1919 entra en contacto con el psicoanálisis y, en 1920 avalado por Freud, es admitido como miembro en la Sociedad Psicoanalítica, siendo nombrado director del Seminario de técnica psicoanalítica en 1924.
En 1930 se marcha a Berlín donde crea centros gratuitos de sexología e higiene mental. Tras el ascenso de Hitler se exilia en Dinamarca, Suecia y Noruega. Apartado del Partido Comunista y de la Sociedad Psicoanalítica, en 1939 emigra a EE. UU.
En 1947 la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos) abre una investigación sobre sus actividades que concluye en una condena de dos años de prisión. El 3 de noviembre de 1957 fallece en la penitenciaría federal de Lewisburg, Pensilvania.
La «gran depresión capitalista» de los años treinta en Europa podía presagiar una revuelta social protagonizada por las organizaciones obreras y sindicales y por los partidos de izquierda. Pero por el contrario, con el apoyo popular se produjo el ascenso, inspirada en el fascismo italiano, de la extrema derecha en Alemania en las elecciones de julio y de noviembre de 1932, consolidándose el NSDAP —Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán— como primera fuerza política. A consecuencia de esto, el 30 de enero de 1933 Hitler es nombrado canciller imperial. Estos resultados electorales le permiten a Reich comprobar cómo la situación social y económica de las masas no se reflejan necesariamente en la conciencia social de los trabajadores.
¿Por qué la mayoría acepta la explotación y se sumerge en la empresa de satisfacer deseos impuestos por la clase que la domina entregándose de lleno al matadero del capitalismo? Si las condiciones sociales y económicas «objetivas» están dadas para que se produzca una revuelta, ¿qué estructura caracterológica en los sujetos lo impide?
«Ya hemos visto que las situaciones económica e ideológica de las masas no tienen por qué coincidir y que incluso puede haber entre ellas una divergencia notable. La situación económica no se traslada inmediata y directamente a la conciencia política; si ello fuera así, la revolución social se habría realizado hace mucho tiempo».
Wilhelm Reich —mediante un riguroso uso de las herramientas epistemológicas que la sociología sexoeconómica, la antropología, el psicoanálisis, el materialismo dialéctico y el análisis del carácter le brindan— analiza dicha contradicción, esa brecha existente en la «conciencia» de las masas entre la realidad material y la realidad percibida, entre la realidad social y económica de explotación y represión y la conciencia efectiva que de ella se tiene, contradicción que requiere un urgente esclarecimiento, puesto que en lugar de desvanecerse, manifiesta su insistencia en solidificarse. En las páginas de «Psicología de masas del fascismo», un libro clásico publicado en 1933, y ahora disponible en una edición completa, Reich nos da claves para afrontar la tarea.
Wilhelm Reich nació en Dobrzcynica, Galitzia, el 24 de marzo de 1897. En 1915 se incorpora al ejército austríaco combatiendo en el frente italiano en la Primera Guerra; al finalizar ésta se traslada a Viena e ingresa en la Facultad de Medicina. En 1919 entra en contacto con el psicoanálisis y, en 1920 avalado por Freud, es admitido como miembro en la Sociedad Psicoanalítica, siendo nombrado director del Seminario de técnica psicoanalítica en 1924. En 1930 se marcha a Berlín donde crea centros gratuitos de sexología e higiene mental. Tras el ascenso de Hitler se exilia en Dinamarca, Suecia y Noruega. Apartado del Partido Comunista y de la Sociedad Psicoanalítica, en 1939 emigra a EE. UU. En 1947 la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos) abre una investigación sobre sus actividades que concluye en una condena de dos años de prisión. El 3 de noviembre de 1957 fallece en la penitenciaría federal de Lewisburg, Pensilvania.
El sufrimiento que emana de esta última fuente, sugiere Freud, quizá sea más doloroso que cualquier otro; pero más allá de los cuidados que pueda dar a su cuerpo o a su entorno natural inmediato, es en el hostil territorio de las relaciones con los semejantes donde, si las circunstancias lo permiten, el sujeto puede y debe hacer algo.
A finales de los años noventa decidí realizar un programa de doctorado, con la intención de dar cuenta y poner por escrito mi trabajo clínico en la atención a sujetos que presentan un malestar anímico o psíquico. Trabajo que comencé a desempeñar en 1999: primero como estudiante, realizando prácticas hospitalarias, más tarde como colaborador y voluntario en diversas asociaciones dedicadas a la atención en el campo de las toxicomanías y la llamada salud mental. Posteriormente comencé a ejercer la práctica clínica psicoanalítica en consulta y constituí la Asociación äsisen el año 2000, para dar soporte a pacientes que requieren, más allá de las sesiones psicoanalíticas, una atención en su propio lugar de residencia, sea éste el domicilio o la institución donde se encuentren ingresados, mediante el dispositivo clínico de «acompañamiento terapéutico» (A.T.)
Wilhelm Reich puso en cuestión uno de los conceptos centrales de la teoría psicoanalítica lo que le generó profundos conflictos institucionales. Partiendo de la teoría de las pulsiones, estructura fundamental del psicoanálisis, aceptaba que la pulsión sexual y la pulsión nutricia o de conservación, tuvieran una base fisiológica pero cuestionó que la pulsión de muerte fuera originaria e innata en los seres vivos tal como la concibió Freud. Continuar leyendo ««Pulsión de muerte» y «principio de realidad»»