La República Federativa Socialista de Yugoslavia tuvo la circunstancia de no llegar a ser incluida en la lista de «estados canallas», ni en los países miembros del «eje del mal», ya que la OTAN liderada por los EE.UU. la bombardeó en 1999, y con el apoyo incondicional y servil de sus aliados de la Unión Europea forzó su desintegración y partición en seis estados, de los cuales la República de Serbia, continúa en permanente sospecha.
Memoria individual y memoria colectiva
Según como archivemos en nuestro psiquismo «hechos» y «acontecimientos» de nuestro pasado personal los viviremos en el presente.
Podemos rememorar esos recuerdos, analizarlos y volver a archivarlos de otro modo, para que, si fueron traumatizantes o angustiosos, dejen de limitarnos en el presente, y devengan sutiles recuerdos que nos permitan estar atentos para que esos sucesos, si dependen de nosotros, no vuelvan a repetirse y si se repitieran poder afrontarlos de modo que nos afecten lo menos posible.
Pero hay una enigmática pulsión humana que nos empuja al olvido, a la amnesia, «a la aniquilación de la memoria»,1 como si dicha pulsión fuera estructural a dicha memoria. A ese olvido Sigmund Freud lo consideró uno de los efectos del siniestro mecanismo que llamó «pulsión de muerte», que con su borradura radical de los hechos acontecidos nos puede llevar a repetir actos en perjucio propio y también ajeno.
Intentar rememorar y elaborar nuestra memoria individual, personal, puede llevarnos a una aporía, ya que nuestros recuerdos se archivan en nosotros mismos, coincidiendo el aparato de elaboración de recuerdos y el archivador en un mismo espacio: nuestro psiquismo. De ahí que la tarea requiere por lo general de la presencia de un tercero, alguien debidamente formado en la profesión analítica que nos acompañe en el arduo trabajo de elaborar nuestros recuerdos para mitigar el dolor que pudieran estar ocasionándonos o para no repetir y ejecutar actos que puedan llegar a dañarnos.
Por su parte si queremos estudiar y elaborar la memoria colectiva, la memoria social, tenemos ciertas ventajas. Podemos recurrir a archivos externos, como los que nos brinda la ciencia histórica con todos sus medios: libros, hemerotecas… Es decir, el aparato de reflexión y de análisis [nuestro psiquismo] no es el mismo que el «archivo» al que podemos recurrir, que será externo a él, teniendo en consideración que nuestra «ideología», nuestra concepción del mundo estará inevitablemente presente a la hora de elegir los «archivos» en los que indagaremos.
Que duda cabe que en ambos casos, pese a las diferentes dificultades que presenta en cada caso la tarea, se requieren, entre otros, la presencia de dos elementos: deseo y tiempo. Deseo de saber y tiempo [y dinero] para analizar e investigar. Esos dos elementos no siempre están a nuestra disposición. Uno por negación o pereza [el deseo], por querer no-saber; el otro por que las exigencias de la vida cotidiana nos los escamotea [el tiempo y el dinero necesarios que nos proporcionará los medios]. De no poder llevar a cabo la tarea, el resultado puede ser predecible: el de la memoria impedida que nos lleva al olvido y la repetición.2
La tragedia de la falta de memoria
En uno de los textos de «El legado de Europa» lamenta Stefan Zweig ese raro impulso inconsciente en los individuos, y a veces también consciente, de generaciones y de pueblos enteros para olvidar la verdad de vivencias penosas. Zweig lo considera un proceso de selección unilateral y de falseamiento, un misteriosos espíritu del olvido, que quizá por un paradójico mecanismo de «autoconservarción» puede dar como resultado que volvamos a repetir nuestras tragedias, las individuales y las colectivas.
Estas reflexiones las hace Stefan Zweig en 1919. Recién terminada la primer gran guerra europea, finalizando la «guerra civil» en Rusia, provocada por la invasión de la incipiente nación bolchevique por parte de 13 estados europeos para intentar restaurar el orden zarista, y un par de decenas de años antes de que Europa se volviera a embarcar en otra guerra aún más devastadora:
«(…) hemos vivido algo más incomprensible aún: hemos vivido que esa verdad, nacida en el sufrimiento más profundo, pereció para siempre apenas los pueblos y las naciones volvieron a tener un poco de tranquilidad, descanso, alegría e indolencia» 3
En 1941 la historia se repitió, Yugoslavia fue arrasada por el nazismo alemán y el territorio ocupado fue parcelado de esta manera:
Partición de Yugoslavia. Ocupación alemana, 1943.
Hoy en el corazón de Europa —pequeña península occidental de Eurasia, cuna del fascismo y del nazismo—, que por extensión abarca la costa de tres mares, el Mediterráneo, el Negro y Báltico, a los que podemos agregar el mar Caspio, la tragedia se repite y los actores son los mismos.
El mismo falso juego político junto a la pereza mental de los pueblos, impide, con el apoyo inestimable de la propaganda de los medios al servicio del imperio, nos embrutece y nos empuja a renegar de la verdad u ocultarla, y no es por falta de medios y «dispositivos» para acceder a ella.
Y eso es precisamente, invocando a Zweig, lo que «hace a nuestra época tan terriblemente trágica, tan repugnante, tan desesperanzada, una época de fe incrédula, donde los ideales que se lanzan a voz en grito tengan acento falso».
El Palacio de Rambouillet
En este bello y siniestro castillo fue donde el mes de febrero de 1999 se fraguó el bombardeo de Belgrado. Aquí nos limitaremos a un resumen de los hechos y algunos de sus protagonistas, que pueden ampliarse, entre otras, en las referencias que citaremos.
Château de Rambouillet. Sede de las negociaciones Serbia-OTAN en febrero de 1999.
Probablemente de todas las intervenciones militares y económicas de los EE.UU. y sus aliados, la de Yugoslavia sea de las pocas que cumplió con todos los objetivos planeados, entre ellos instalar con su perversa histeria la mayor base militar en el centro de la históricamente belicista Europa.
Obviamente para que la desintegración de un país suceda debe haber unas condiciones internas previas que en el caso yugoslavo, las potencias foráneas occidentales tuvieron la capacidad de explotar, como son los conflictos identitarios que amplificados por diferentes medios, fundamentalmente mediante la inyección de capitales y préstamos a organizaciones, fundaciones y entidades dispuestas a colaborar en el proceso a través de bancos occidentales y organizaciones monetarias como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial terminaron por dinamitar el territorio, como ocurrió trágicamente en Yugoslavia.
Paralelamente a estas maniobras en el caso yugoslavo se entregó suficiente armamento a grupos colaboradores que alimentaron el conflicto bélico.
Con la caída de Yugoslavia, último aliado de la debilitada Rusia, y con el rápido aumento de la presencia militar de los EE.UU. en antiguas repúblicas soviéticas y en el centro de Europa, se regresó a la situación de 1923, cuando Occidente intentaba aislar la revolución bolchevique. 4
El historiador Josep Fontana investigando el nuevo estilo de guerras promovidas por occidente consideró que éstas se definieron por completo en Yugoslavia, donde se decidió atacar, sin mandato de la ONU, a un gobierno elegido democráticamente, que no había violado ninguna ley internacional, pero se había negado a aceptar en su momento la imposición de un acuerdo geopolítico perverso, que finalmente tuvo que aceptar, siendo una de sus consecuencias la construcción en Kosovo de la mayor Base Militar de la OTAN en el centro de Europa llamada «Camp Bondsteel» en homenaje a un “héroe” de guerra de Vietnam. 5
La destrucción de Yugoslavia, señala Fontana, comenzó con la independencia de Eslovenia en 1991, avalada por Alemania; continuó con las de Croacia y Macedonia en 1992, mientras se invitaba a Bosnia-Herzegovina a seguir el mismo camino, lo que terminó provocando una guerra civil con la participación de serbios y croatas. 6
Las «revoluciones de colores»
Con la pintoresca —y en ocasiones trágica— etiqueta de «revoluciones de colores» se denominan una serie de perversos movimientos que buscan cambios de poder político en el que fuera el espacio «soviético». El gobierno de los EE.UU. prestando apoyo a entidades locales «sin ánimo de lucro» en diferentes países de la extinta URSS, bajo el pretexto de promover «gobiernos democráticos y liberales», fomenta dichas revoluciones de colores para imponer líderes lacayos y serviles a los intereses de la «comunidad occidental», es decir, el gobierno de Washington y sus aliados. Uno de esos cambios forzosos se produjo en el año 2000 con la destitución de Slobodan Milosevic. 7
Los autores materiales de esos cambios de gobierno y golpes de estado son movimientos locales, muchos de ellos nacionalistas, financiados y manipulados desde el exterior: desde la propia Agencia Central de Inteligencia [CIA], a fundaciones benéficas como la Open Society Foundations del magnate y filántropo George Soros, la Agencia de los EE.UU. para el Desarrollo Internacional [USAID: «United States Agency for International Development»], o la Fundación Nacional para la Democracia [NED: National Endowment for Democracy], entre otras. 8
En 1999, la OTAN, esa organización que como señala el escritor y periodista Rafael Poch «justifica su vigencia en la necesidad de afrontar problemas por ella creados»,9 interviene militarmente para fomentar la separación de Kosovo, apoyando al Ejército de Liberación de Kosovo, junto a una operación de bombardeo contra la ciudad de Belgrado. El Consejo de Seguridad de la ONU justificó el ataque por las supuestas limpiezas étnicas en la autonomía kosovar y la llamada «catástrofe humanitaria» provocada por las fuerzas gubernamentales yugoslavas.
Los bombardeos de Belgrado comenzaron el 24 de marzo de 1999 y finalizaron el 10 de junio de 1999, siendo el primer caso en que se justificó una acción militar de esta envergadura bajo el pretexto de una «intervención humanitaria».10
Continuará….
ANTERIOR:
Histeria y arrogancia perversa de «occidente»
- Derrida, Jacques. Mal de archivo. Una impresión freudiana. Madrid: Trotta, 1997, p. 19. ↩︎
- Ricoeur, Paul. La memoria, la historia, el olvido. Madrid: Trotta, 2003, p. 576-591. ↩︎
- Zweig, Stefan. «La tragedia de falta de memoria», en El legado de Europa. Barcelona: Acantilado, 2003, pp. 283-288. ↩︎
- Zamora, Augusto R. Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos. Madrid: Ediciones Akal. 2016, p. 51. ↩︎
- Gómez, Diego H. «Kosovo, el negocio de la OTAN. El Bombardeo de Yugoslavia», disponible en: https://eslavia.com.ar/kosovo-el-negocio-de-la-otan/ ↩︎
- Fontana, Josep. El siglo de la revolución. Barcelona: Critica, 2017, p. 553 ↩︎
- Marshall, Andrew Gavin. «The West Marches East: The US-NATO Strategy to Isolate Russia». https://truthout.org/articles/the-west-marches-east-the-us-nato-strategy-to-isolate-russia/ ↩︎
- Marshall, Andrew Gavin. «Las «Revoluciones de Color» y los Orígenes de la Tercera Guerra». 28 de enero de 2011. En línea: https://www.tercerainformacion.es/antigua/?article21715 ↩︎
- Poch de Feliu, Rafael. «Reventando el polvorín ucraniano». En ctxt.es 2 de febrero de 2022, en línea: https://ctxt.es/es/20220201/Firmas/38649/Europa-rusia-ucrania-guerra-eeuu-OTAN-Maidan-rafael-poch.htm ↩︎
- Charvin, Robert. Rusofobia. ¿Hacia una nueva guerra fría?. Barcelona: El Viejo Topo, 2016, p. 63-64 ↩︎