Wilhelm Reich (IV): la «conciencia de clase» que nunca llega

El congreso de Lucerna: la expulsión de la asociación psicoanalítica

En marzo de 1933 Reich es obligado por el régimen nazi a abandonar Alemania, trasladándose a Copenhague donde en agosto de 1933 consigue publicar «Psicología de masas del fascismo». En Dinamarca le niegan el permiso de residencia con lo cual tiene que marchar del país a finales de noviembre emigrando a Suecia país del que será expulsado al año siguiente. En esos viajes visita Inglaterra donde conoce al antropólogo Bronisław Malinowski[1], que había realizado un estudio sobre la vida sexual de los habitantes de la isla de Trobriand y que fue primordial para Reich en su trabajo de investigación sobre el paso del matriarcado al patriarcado y de ahí a la sociedad autoritaria[2], y que le permite desarrollar su tesis que sostiene “que basada en tabúes sexuales determinados económicamente, la represión sexual conduce finalmente a la sumisión a la familia autoritaria y al estado autoritario, los lugares de origen de la enfermedad mental y el totalitarismo»[3].

En septiembre de 1933 tiene lugar una reunión de la Sociedad alemana de Psicoanálisis en la que se decide la expulsión de Reich: su libro con una crítica contundente al fascismo involucraba a la Sociedad en un territorio que no estaba en su horizonte ya que los psicoanalistas berlineses debían mostrarse neutrales ante el régimen impuesto en la Alemania nazi, que ejercía un control estricto en las instituciones sociales, políticas y culturales. Era una cuestión de supervivencia: si Reich había comprometido a todos, con su expulsión se pretendía demostrar al régimen la neutralidad política de la Sociedad psicoanalítica, así como el rechazo al comunismo[4].

El 1 de agosto de 1934, poco antes de la celebración de un congreso psicoanalítico en Lucerna, Reich recibe una carta del secretario de la Sociedad alemana de Psicoanálisis, donde le comunica que «no se sorprendiera si en el calendario del Congreso publicado por la Sociedad Internacional de Psicoanálisis, no hallaba su nombre en la lista de los socios (…) y que colocando los intereses del movimiento psicoanalítico por encima de sus sentimientos personales, quisiera dar su consentimiento a esta medida…»[5]. Reich, sin percibir que había sido expulsado de la Asociación Psicoanalítica, viaja al Congreso: «Cuando llegué a Lucerna el 25 de agosto de 1934 y fui a la recepción del día 26, todo parecía estar en perfecto orden. Fui recibido por los colegas de los varios países con entusiasmo y afabilidad como siempre. Nadie parecía notar que algo hubiera cambiado. La tarde anterior a la apertura del Congreso, el secretario de la Sociedad alemana me habló a solas y, buscando las palabras adecuadas, me dijo que el Comité Ejecutivo de la Sociedad alemana había deliberado excluirme de la Sociedad»[6]. Cediendo a las presiones del régimen fascista y a las de la posición conservadora del movimiento psicoanalítico se consuma la expulsión de Reich después de 14 años de intenso trabajo científico y creativo. La expulsión fue ordenada por Ernest Jones presidente en ese momento de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) y ejecutada por Felix Boehm y Carl Müller-Braunschweigpor, presidente y secretario respectivamente de la Sociedad Psicoanalítica Alemana (DPG), fieles colaboradores de los nazis desde 1933. Fueron por tanto dos los motivos determinantes para su expulsión, por un lado la teorización de la revolución sexual como instrumento clave de mejora psíquica y social de los sujetos, posición resistida por el núcleo conservador psicoanalítico, y por otro su crítica contundente al régimen fascista explicitado en «Psicología de masas del fascismo», a lo que habría que sumar el hecho de que Reich no solo atacaba directamente al régimen y al clero, sino que además era un militante comunista, por tanto resultaba imprescindible deshacerse de él.

La «conciencia de clase» que nunca llega

 En ocasiones el uso de ciertos términos o categorías pueden llegar a reflejar o describir la realidad pero no permitir comprenderla. Cuando las condiciones objetivas parecen dadas para que un proceso revolucionario se produzca y pese a ello esto no ocurre y la sociedad burguesa sigue triunfante, ocasionalmente se recurre a explicaciones descriptivas tales como que la «conciencia» de tal realidad aún no se ha producido en las masas trabajadoras. György Lukács definió el concepto de conciencia de clase como «(…) la reacción racionalmente adecuada que se atribuye a una determinada situación típica en el proceso de producción»[7], en esa línea Lukács trabaja con la idea de una conciencia positivista que debería emerger en la clase sometida, en el proletariado, por causa directa de las condiciones socioeconómicas. Sorprende que en su análisis no contemplara las condiciones subjetivas que lo impiden, es decir, las dimensiones psíquicas e históricas que se oponen a la emergencia de la conciencia de la realidad en las masas trabajadoras, aunque su posición respecto del psicoanálisis es característica de los ideólogos de orientación marxista soviética que castigan las teorías freudiana ignorándolas, o tratando de “deshacerse de ellas” con afirmaciones insensatas»[8]

En el capítulo I de «El capital» Marx vislumbró la existencia de un mecanismo psicológico inescrutable que denominó «fetichismo de la mercancía [9]» mediante el cual los productos del trabajo se transforman en jeroglíficos sociales para los sujetos que atribuyen a los objetos una existencia y unas cualidades totalmente diferentes a su esencia y uso social, es decir, a su «valor de uso». Obviamente ni Marx ni Engels disponían en aquella época de una teoría del psiquismo inconsciente que años más tarde Freud desarrollará y que le permitirá a este describir el mecanismo del fetichismo [10] al investigar la atribución que los sujetos hacen a objetos inocuos dándoles un valor imaginario sexual lejano a su función esencial.

Reich, conocedor de la teoría del inconsciente y del materialismo histórico, estudió en profundidad los factores que posibilitaron que triunfe la mística nacionalsocialista sobre la doctrina económica del socialismo y también en qué fallaron los partidos clásicos de izquierda al minusvalorar el proceso de ascenso del fascismo. Afirma Reich que el partido con su «ortodoxia oficial marxista» indujo a cometer al menos dos errores en sus valoraciones. El primero fue no tener en cuenta, por desconocimiento, la estructura caracterológica de las masas, es decir, la dimensión psicológica de los sujetos; el otro, el obviar las herramientas teóricas que el materialismo dialéctico le brindaba[11]. De este modo el «fetichismo de partido» se limitó a atender en exclusiva los procesos objetivos de la economía y la política de Estado y descuidó el «factor subjetivo» de la historia de la ideología de las masas, sus contradicciones y desarrollo, desembocando en un economicismo que se limita a una simple descripción de los factores económicos obvios —crisis, inflación, presupuestos, devaluación monetaria, salarios, etc. Por tanto, el marxismo vulgar pronosticó que una crisis económica de la magnitud de los años treinta debía llevar a las masas afectadas a un desarrollo ideológico revolucionario; pero ante su sorpresa las capas proletarias adoptaron la ideología de la extrema derecha, algo contradictorio y manifiesto en la brecha entre el desarrollo de la base económica y la ideología, tanto de las capas proletarias derechizadas como en la de pequeña burguesía, resultando de ello que las propias masas empobrecidas en vez de mejorar su situación la empeoraron trágicamente al llevar al poder a los cancerberos del fascismo, esa antigüedad futura que asalta las sociedades sin cesar y que se infiltra en todas las esferas de la vida cotidiana ya que anida en la estructura psíquica de las masas.


[1] Véase la correspondencia entre Reich y Malinowski publicada en Reich habla de Freud, traducción de José Cano Tembleque, Anagrama, Barcelona, 1970.

[2] Wilhelm Reich, La irrupción de la moral sexual, Editorial Homo Sapiens, traducción de Delia García, Buenos Aires, 1973.

[3] Ilse Ollendorf Reich, op. cit. p. 47.

[4] Elizabeth Ann Danto, op. cit., p. 347.

[5] Luigi De Marchi, op. cit. p. 238.

[6] Wilhelm Reich, People in Trouble, op. cit., pp. 244-245 [trad. de los eds.].

[7] György Lukács, Historia y conciencia de clase, traducido por Manuel Sacristán,. Ediciones ryr, Buenos Aires, 2013, p. 149.

[8] Helmut Dahmer, Libido y sociedad. Estudios sobre Freud y la izquierda freudiana, Siglo XXI, México, 1983, p. 212.

[9] Karl Marx, «El fetichismo de la mercancía, y su secreto», en El Capital, vol. I, traducción de Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México, 1987, pp. 36-47.

[10] Sigmund Freud, «Fetichismo», op. cit. VIII.

[11] Véase infra, p. 35.