El concepto de poder tiende a generar malentendidos. Por poder no se entiende solamente el conjunto de instituciones y aparatos de control que garantizan la sujeción y organización de los ciudadanos en un Estado determinado, ni tampoco un sistema general de dominación ejercida por un elemento o un grupo sobre otro, y cuyos efectos atravesarían el cuerpo social entero. Como bien señala Foucault[1], el análisis en términos de poder no debe postular la soberanía del Estado, la forma de la ley o la unidad global de una dominación, ya que éstas son más bien formas terminales.