Sexualidad y Política: La «Sexpol» de Wilhelm Reich

En «El malestar en la cultura», Sigmund Freud consideró que las fuentes de sufrimiento a las que está sometido todo sujeto humano son al menos tres:

  • el propio cuerpo, condenado a la decadencia y a la aniquilación;
  • el mundo exterior, las fuerzas de la naturaleza y los límites y la moral de la propia sociedad;
  • las relaciones con los semejantes[1].

El sufrimiento que emana de esta última fuente, sugiere Freud, quizá sea más doloroso que cualquier otro; pero más allá de los cuidados que pueda dar a su cuerpo o a su entorno natural inmediato, es en el hostil territorio de las relaciones con los semejantes donde, si las circunstancias lo permiten, el sujeto puede y debe hacer algo.

Pero no todos los sujetos están en condiciones para afrontar la tarea de librarse de estos sufrimientos ni tampoco los métodos terapéuticos que la sociedad les ofrece tienen la base ética y teórica que les permitan armarse para  afrontarlos. Entre estos métodos nos encontramos con los de las «psicologías adaptativas del yo» que reniegan del descubrimiento del inconsciente y del concepto de sujeto que terminan sustituyendo por el de «individuo». Estas psicologías, que en sus diferentes variantes tienen gran éxito actualmente al prometer a sus «clientes» éxito terapéutico inmediato, basan sus propuestas en términos huecos tales como «personalidad», «yo débil», «resiliencia», «autoestima», bajo el sello del mercado capitalista que exige «rendimiento», «eficacia», imposición del valor de cambio sobre el valor de uso

Freud señaló el abuso clínico que ya en su época se hacía de uno de esos términos:

La expresión «personalidad» es un término poco definido de la psicología superficial, que no aporta nada a la comprensión de los procesos reales, es decir, metapsicológicamente inútil. Sin embargo cuando uno lo utiliza, enseguida cree haber dicho algo sustancioso[2].

Portada de la edición castellana del libro de Russell Jacoby

Por su parte, Wilhelm Reich fue implacable con estos desvíos que devaluaron —y que continúan haciéndolo—, el concepto de psiquismo y que desembocaron en una psicología conformista al servicio de la realidad burguesa establecida; tal y como se refleja hoy día, tenemos como ejemplo las campañas gubernamentales de fomento del «emprendimiento individual» para el despliegue narcisista de los maltrechos individuos reducidos a meros consumidores. A la par de estas psicologías, nos encontramos con un «psicoanálisis diluido», como agente auxiliar de la psiquiatría que reduce su tarea a etiquetar «pacientes»: hiperactivo, antisocial, etc., acto donde la actividad de pensar y analizar éticamente el malestar cede el paso a la perversión de clasificar e imponer a los sujetos la tarea de identificación con el rótulo asignado, impulsando a hacer de este un modo de estar en el mundo. Prácticas de ingeniería social que abarcan un amplio espectro de «pseudoterapias» que van desde la psicología humanista de mercado, las consultorías psicológicas hasta las terapias «new age» que pretenden hacer pasar por sabiduría unos cuantos comentarios vacíos[3], y que consideran que el sujeto puede enfrentarse a los obstáculos de la sociedad —que no es necesario cambiar, puesto que sería la mejor de las posibles— tan solo cambiando la mirada que se tenga de ellos o simplemente adaptándose, posición reaccionaria donde las haya. Destaquemos como ejemplo el revisionismo psicoanalítico que terminó sustituyendo las nociones de conflicto, ambivalencia y contradicción, centrales en la teoría clínica Freudiana, por el de «adaptación».

El sistema capitalista burgués, en todas sus formas, siendo el fascismo la más cruda, basa su supervivencia en la inoculación del miedo —al extranjero, al diferente— y en la construcción del enemigo; hace de inseguridad de los ciudadanos una industria y de la sanidad pública un negocio como se puede apreciar en el control impuesto por la industria farmacéutica sobre la salud de la población, creando un imperio hoy en pleno apogeo y que en tiempos de Reich, sobre todo a partir de la Segunda guerra, ya estaba edificando.

Reich destacó que el psicoanálisis socava sin atenuaciones la ideología burguesa, pero pierde su fuerza revolucionaria cuando es reducido a una simple terapia de «adaptación». De este modo, cuando se despoja a la teoría psicoanalítica de su valor crítico con la cultura, convirtiéndola en un instrumento para obtener la adaptación y resignación de los «pacientes» a las condiciones de su existencia, se traiciona el alcance social de sus postulados fundacionales:

En lo que se refiere a las restricciones que sólo afectan a determinadas clases sociales, la situación se nos muestra claramente y no ha sido nunca un secreto para nadie (…) cuando una civilización no ha logrado evitar que la satisfacción de un cierto número de sus partícipes tenga como premisa la opresión de otros, de la mayoría quizá —y así sucede en todas las civilizaciones actuales—, es comprensible que los oprimidos desarrollen una intensa hostilidad contra la civilización que ellos mismos sostienen con su trabajo, pero de cuyos bienes no participan sino muy poco. En este caso no puede esperarse por parte de los oprimidos una asimilación de las prohibiciones culturales, pues, por el contrario, se negarán a reconocerlas, tenderán a destruir la civilización misma y eventualmente a suprimir sus premisas. (…) No hace falta decir que una cultura que deja insatisfecho a un núcleo tan considerable de sus partícipes y los incita a la rebelión no puede durar mucho tiempo, ni tampoco lo merece[4].

El trabajo de Wilhelm Reich gira en torno a la articulación del sujeto del trabajo y el sujeto del deseo destacando el lugar que la sexualidad —en el sentido amplio que el psicoanálisis confiere a la sexualidad humana— ocupa en la vida psíquica de los sujetos, poniendo todo su empeño en resaltar el carácter social del psicoanálisis que los propios psicoanalistas se encargan de vaciar de su contenido crítico. Cuando el psicoanálisis se adapta a la moral de la sociedad burguesa experimenta lo mismo que experimenta el marxismo en manos de socialdemócratas y reformistas: termina pereciendo[5]. La posición crítica de Reich acompañada de sus actividades políticas y sociales nunca fueron bien recibidas en la comunidad psicoanalítica vienesa y así se lo hicieron saber siendo esto uno de los motivos que le llevó a presentar su renuncia al instituto psicoanalítico vienés al propio Freud, quien siempre le consideró uno de sus discípulos e investigadores más brillantes y a la vez más conflictivos. Acto seguido Reich se traslada a Berlín donde inmediatamente se incorporará al Instituto Psicoanalítico alemán y entrará en contacto con el Instituto de Investigación Social, más conocido como Escuela de Frankfurt. Bajo el auspicio de la organización de cultura del Partido Comunista alemán Reich funda en Berlín en 1931 la Asociación Federal Alemana para Políticas Sexuales Proletarias (Deutscher Reichsverband für Proletarische Sexualpolitik), más conocida como Sexpol; un proyecto que rescata las premisas de emancipación de la sexualidad de la teoría psicoanalítica.

El primer Congreso de la Sexpol se celebra en Dusseldorf, con gran éxito de participación. Algunas de las propuestas que surgen del Congreso son, entre otras, la distribución gratuita de medios anticonceptivos a las capas sociales necesitadas a través de ambulatorios y centros de información sexual, la abolición de las leyes contra el aborto y la homosexualidad, la mejora de las condiciones laborales de las mujeres después del parto. Además la creación de centros de información para mujeres embarazadas y para madres, la abolición de todos los obstáculos para contraer o disolver el matrimonio, la prevención de enfermedades sexuales mediante una campaña masiva de divulgación sexual y talleres para la educación sexual y la instalación de guarderías en las fábricas y en centros de trabajo[6].

La actividad de la Sexpol, que fue incrementado sustancialmente el número de afiliados, estudiantes y simpatizantes, siguió inquietando a la ortodoxia del partido por su «desviación burguesa». Reich comparte con los marxistas, aunque en otro sentido, que el psicoanálisis sea un fenómeno consecuencia de la «decadencia de la burguesía» ya que sin ella no hubiese surgido jamás. De igual modo la teoría marxista surge de la misma decadencia burguesa que se sostiene en la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción capitalistas[7]. Reich hará manifiestas sus críticas al partido, entre ellas la miopía de este para comprender el ascenso del fascismo, críticas que obviamente no fueron bien recibidas por sus dirigentes: Wilhelm Reich será expulsado del partido comunista y la asociación Sexpol disuelta en 1933 por la presión del propio partido y por la intervención directa de las autoridades del régimen nacionalsocialista.


[1] Sigmund Freud, «El malestar en la cultura», O.C., p., 3025.

[2] Sigmund Freud, carta a Karl Abraham de 21 de octubre de 1907, traducción de Editorial Síntesis, Obras Completas, vol. VIII, RBA Coleccionables, 2007,  p. 17.

[3] Russell Jacoby, La amnesia social, traducción de Neri Daurella, 2 culturas, Barcelona, 1977, pp. 110-112.

[4] Sigmund Freud, «El porvenir de una ilusión», op. cit. tomo VIII, pp. 2965-2966.

[5] Wilhelm Reich, Materialismo dialéctico y psicoanálisis, Siglo XXI Editores, México, 1970, p. 55.

[6] Ilse Ollendorf Reich, Wilhelm Reich. Una biografía personal, traducción de Julio Crespo, Granica Editor, Buenos Aires, 1972, pp. 46-47.

[7] Wilhelm Reich, Materialismo dialéctico y psicoanálisis, op. cit. p. 7.